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domingo, 21 de julio de 2013
CONCUENTOS.BLOGS.COM: UN CUENTO PARA CAUTIVAR...AL NIÑO, BO LÁREZ...
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UN CUENTO PARA CAUTIVAR...AL NIÑO, BO LÁREZ...
AL NIÑO, BO LÁREZ
by// Damelys María Martínez Rosillo
Bo, así le llamaban sus amigos, de niño era un gran hombre que soñaba con estudiar medicina, pero la vida, le mostró otro camino, el de la química. Era el tercero de su gran familia. Soñaba que sería un gran pelotero, y fue un excelente arrimador en las bolas criollas.
Una vez, hizo un papagayo y lo amarró a una pelota con hilos, lo voló tan alto que se le escapó de sus manitas pequeñas, adoloridas de tanto trabajar en la salina y, de buscar leña para su abuela. Al soltarlo, fue a parar lejos, corrío veloz para encaramarse en la pared de la vecina y así alcanzar el hilo que pendía de la mata de mango que estaba cerca del paredón y poder seguir con su juego elevando el papagayo, lo más alto posible, en ese sueño, se le escapaban suspiros de amor, hacia una amiguita que tenía en el colegio, llamada Rosita, a quien Bo, amó en secreto.
Una vez, hizo un papagayo y lo amarró a una pelota con hilos, lo voló tan alto que se le escapó de sus manitas pequeñas, adoloridas de tanto trabajar en la salina y, de buscar leña para su abuela. Al soltarlo, fue a parar lejos, corrío veloz para encaramarse en la pared de la vecina y así alcanzar el hilo que pendía de la mata de mango que estaba cerca del paredón y poder seguir con su juego elevando el papagayo, lo más alto posible, en ese sueño, se le escapaban suspiros de amor, hacia una amiguita que tenía en el colegio, llamada Rosita, a quien Bo, amó en secreto.
A veces, se escapaba con su rin de bicicleta y su palito envarillado que sostenía rodándolo por todo el centro de la calle Rafael, en pleno chaparrón. Hacía hermosas piruetas con sus pies audaces, llenos de callos de andar descalzo, y su pantalón roído con un nudo en la cintura, se le caía a veces, de su estrecha cintura.
Era muy delgado y pequeño para su edad, de tanto comer tamarindo con azúcar, bolítas de coco, arroz con coco y bananos enanos, prefería comer eso, antes que la sardina frita con arepa, que seguro encontraba en el fogón a cada regreso de la escuela.
Bo, era un niño muy alegre, a todos contagiaba con su alegría, jugaba beisbol para su equipo escolar. Una vez metió un jonrón, que fue a parar a casa de su amigo, Marcos la Rosa, y rompió los vidrios de la ventana de su casa, su abuela Rita, tuvo que pagar la rotura. Tenía una mirada desafíante, que despertaba pasión en las carreras que daba. A veces, cuando hacía no hit, no rum, sus compañeros lo levantaban, hacían un círculo que lo rodaba a él y él al círculo, por todo el estadio, y así, lo llevaban cargado hasta su casa, mientras él, sonreía feliz.
Bo, amaba mojarse con la lluvia, cuando llovía, llamaba a todos sus compañeritos para correr con los aros de bicicleta por toda la calle principal, porque le encantaba verse sumergido hasta la cintura en esas alcantarillas llenas de agua viva, a veces, tenían peces que se escapaban del mar cercano, por el mar de eleva que hacía, ellos dejaban a un lado, los aros y con los palitos ensartaban las anchoas, las sardinas, las lisas y los tajalíes que encontraban por el camino, se los metían en los bolsillos y luego se aparecían en sus casas con la cena fresca.
En días de sol, aprovechaba para ir a la salina que quedaba en las afueras de su pueblo, una sabana salada, que en vez de hierba tenía una capa de sal abrillantada que resplandecía como bellos diamantes en pleno mediodía. Allí, trabajaba y ayudaba a las señoras que le pagaban medio real, por su trabajo, o le daban un pescado frito con una arepa y tajadas fritas, con aguacate morado, el mejor que hay en las tierras playeras.
La niñez de Bo, transcurría entre ir a la escuela, los paseos a la playa, a buscar mejillones, guacucos y chipichipes que luego los preparaban guisados. En ese tiempo, esas eran las cajitas felices de los niños. Tenía otros juguetes que compartía con sus amigos de la cuadra, los trompos, el boliche, el currufío, las metras o pichas como le llamaban, a las canicas de vidrios que vendían a locha, en la mayoría de las bodegas del pueblo.
Una tarde lluviosa, del mes de agosto, próximo al cumpleaños número 13 de Bo, cayó un aguacero hermoso, que trajo, una gran feria al pueblo, vendían, un cono con una bolita arriba, llamados "barquillas", un algodón blanco y rosado acaramelado que colocaban en un pequeño pañuelo de papel que se deshacía en la boca con solo pegarle un suave mordisco, y muchas cosas más.
Los atractivos de la feria eran los trapecistas que danzaban en las alturas con unas cuerdas aseguradas en el techo, vestidos con trajes brillantes, y los animales, monos, leones dentro de las jaulas, en una había un tigre sable con los colmillos tan afilados que medían 25 centímétros, sobresalían de sus maxilares.
Bo, al observar esa notoriedad tan multivariada, pensó en irse con los trapecistas para cuidar a los tigres sables y aprovechar en comer todo el algodón que quisiera, le planteó la idea a su abuela, muy serio, y, le dijo: _¡ abuelita, quisiera irme a trabajar en ese circo!_ La abuela no lo pensó dos veces, agarró, una rama de tamarindo, le quitó las hojas, y le dijo, ¡ah, con que esas tenemos!, que el mozo se quiere ir, ¿a dónde vas a ir, si no tienes un título, si, apenas eres un niño de 12 años?, le respondió, preguntándole a la vez. Y le enseñaba el chaparro. Èl, le respondió con respeto y humildad: ¡Si, abuela!, tienes razón, ¡cuando sea grande, que ya tenga como trabajar, me iré de casa.!
Asi, Bo, inicia sus estudios en el gran liceo de la ciudad, conoció cada una de las asignaturas que le presentaban, se esmeró en estudiar, durante sus cinco años de bachillerato, ya, no jugaba baseboll, ni corría con el aro de bicicleta, ni se bañaba con la lluvia, ni jugaba papagayos, sólo pensaba en estudiar, y hacerlo lo mejor posible.
Más adelante, el joven Bo, estudiaría Química, y prepararía a los mejores médicos que pasarían por sus manos, les enseñaba tanto, el origen de la química, la alquimia, que sus alumnos quedaban sorprendidos de su gran sabiduría, porque todo él era un compendio de ciencias, desde la matemáticas con su exactitud, hasta las ciencias naturales, la bioética, la biología, la físico química, la química analítica y pare usted de contar.
Bo, ya hombre tuvo, grandes amigos y una hermosa familia que dejó para ir a encontrarse con Papá Dios, para seguir jugando en el cielo. Su alma era como la de un niño.
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